El brazo y la mente; cerebro y músculos. La metáfora nos sirvió para entender la automación en las fábricas – pero ya no es tan útil cuando miramos a la Inteligencia Artificial.
La Inteligencia Artificial generativa (IA, en breve – no quiero llamarla IAG para no confundirla con la AGI) puede ejecutar trabajos complejos.
Empecemos porque entiende – confrontada con un reto, lo analiza, logra dimensionarlo y define una estrategia para resolverlo.
Si la estrategia requiere acciones digitales, la ejecución es pan comido: búsqueda de información, análisis, escritura de programas para la representación gráfica – esta es su zona de confort.
Interactuar con humanos en el proceso no representa un obstáculo: por escrito o por teléfono, la IA puede intercambiar información, obtener autorizaciones o resolver dudas.
Con estas habilidades, puede fácilmente sustituir a un porcentaje importante de los actuales knowledge workers.

Al principio se hablará probablemente de asistencia: quien hace el trabajo es el humano, la máquina solo lo torna más eficiente.
Pronto será evidente que entre los dos el que sobra es el humano: las ventajas de la IA son abrumadoras.
No necesita entrenamiento (o para ser exactos: se entrena una vez y se aplica en miles de instancias a costo marginal reducido).
No se enferma.
No pide vacaciones.
No baja a fumar.
No come.
No duerme.
Al máximo tiene un 0,001% de downtime.
Mejora constantemente.
No se une al sindicado.
No se pensiona.
No muere.
A la Bolsa siempre le gustaron los despidos masivos, los “años de la eficiencia”. El personal es el costo más difícil de manejar; las empresas que logran recortarlo siempre son premiadas con un buen alza de las acciones (con valorización de los bonos de fin de años y de los planes de pensión de quienes se quedan).
Al principio la sustitución de trabajo humano por IA va a ser compleja: los roles actuales son diseñados con personas en mente. Con raíces tan profundas los transplantes van a ser dolorosos y “sucios”
Con el tiempo, surgirán nuevas organizaciones optimizadas para las máquinas: ya sabiendo cómo funcionan, los nuevos procesos se diseñarán para ellas. AI first.
Los pocos humanos restantes serán en máxima parte supervisores – como pasa en una fábrica robotizada: los brazos mecánicos trabajan mientras personas en bata blanca y gafas de protección observan y monitorean.
La diferencia con la fábrica es que allá vale la metáfora del “brazo y la mente” – en las oficinas no.
Conviene pensar en dos mentes, una superior y una inferior.
(Si dudaste de cuál es cuál, ya estás encarando la magnitud del problema).