El único robot que tengo en la casa me ha mostrado el futuro

No esperaba despertarme en la mitad de la noche; y menos tener visiones sobre el rumbo de la humanidad…

Pero vamos por etapas.

Me acosté cansado y dispuesto a 6 horas y media de sueño ininterrumpido. Venía de un par de horas de trabajo físico – ligero, pero notorio para un animal de teclado como yo.

Me despertaron pitidos y voces metálicas. Lejanas y confusas al principio, pero siempre más nítidas y cercanas con cada repetición. ¡Y cómo se repetían! Sin parar. Miré la hora – la 1:15 am.

Ya despierto, identifiqué la fuente de los sonidos: el Roomba de la cocina, en el piso de abajo. No sabía que el bicho tenía notificaciones – y lo odié por esto. Y cada repetición lo odiaba más: llegué a definir el plan detallado de cómo y a quién se lo iba a regalar la mañana siguiente.

Pitaban y pitaban, todos al tiempo, justo en mi oído - o al menos así parecía.

Cuando entendí que no se iba a callar, bajé.

Evité la caja de herramientas (y el poderoso martillo qué ocultaba) y me fui directo al grano: allí estaba. El anuncio tan importante que tenía para el mundo entero: «battery low, please recharge unit» o algo así. Y pitaba cada vez. Duro.

El tema es que el animal está programado para dirigirse automáticamente a la base para recargar – ¿por qué está vez no lo había logrado?

La respuesta: un cable (el  cable de la misma base, para ser exacto) había quedado enredado e impedía el acople perfecto de los contactos de carga.

Al parecer, el acople impreciso solo dejaba pasar energía suficiente para alimentar las infelices notificaciones.

Quité el cable; ya sin obstáculos, el robot se acomodó y con el tránsito del fluido eléctrico finalmente se calló.

Volví a la cama, pero tampoco pude dormir porque otra bestia se había despertado – mi cerebro.

Estoy seguro que el equipo de ingenieros que diseñó el sistema de notificaciones no quería dañar mi noche de descanso. Al contrario: querían hacer mi vida más fácil, y que su robot fuera más útil y amable. Lamentablemente no habían previsto el caso de la carga intermitente – y hasta ahí llegó mi noche.

¿Qué puede pasar cuando un defecto imprevisto parecido se asome en sistemas más potentes?

Ejemplo: una inteligencia artificial -con los datos de mi tarjeta de crédito- encargada de comprarme un tiquete de avión. ¿Qué pasa si por un defecto imprevisto me compra 50 pasajes? Puede pasar – y las consecuencias pueden ser más graves que una noche en vela.

Con la gasolina del insomnio, me iban surgiendo escenarios más extremos:

  • Las puertas de todas las “casas inteligentes” abriéndose al tiempo;
  • Los saldos de todas las cuentas llevados a cero (o a 100 millones);
  • Todos los drones despegando hacia el mismo target programado.

Si nos parecen lejanos es porque son ejemplos de la tercera etapa de la IA, que apenas empieza.

IA Agente: bienvenidos a la tercera etapa

Hasta ahora hemos conocido dos etapas de la Inteligencia Artificial: la Análitica y la Generativa.

En la primera, identificamos patrones en la data y los usamos para entender, recomendar y predecir.

En la segunda, fuimos un paso más allá: con los mismos ingredientes (data, modelo, computación) llegamos a generar contenido – texto, código, imágenes que antes no existían.

Se viene la tercera etapa: la Inteligencia Artificial Agente – que toma decisiones y las implementa.

Hace cosas.

Primero en el mundo digital (fácil): publicar páginas web, organizar videollamadas, contratar trabajadores remotos, manejar cuentas bancarias.

Después en el mundo físico (más retador, por ahora): mover carga, pavimentar calles, construir edificios. Para esto faltan unos años, así que mejor miremos a muy corto plazo (hoy) y a la sola agencia digital.

Todos los incentivos apuntan en esta dirección: vamos a tener Inteligencias Artificiales encargadas de diseñar planes y de ejecutarlos autónomamente.

El Human In The Loop va a ser víctima de la eficiencia: tener un supervisor humano al final del proceso para dar luz verde a cada decisión significa costos y tiempos más altos – siempre habrá alguien dispuesto a “experimentar con más autonomía” con tanto de estar un paso adelante de la competencia.

¿Qué impacto podrá tener un defecto imprevisto en ese escenario? Depende de cuando pase.

Si es pronto (en uno, dos años), tal vez todavía tengamos sistemas con autonomía o alcance limitado – con el consecuente impacto limitado del defecto.

Si es más adelante (cinco, seis años), el riesgo sube de manera considerable: ¿hasta donde habremos confiado en la “inteligencia” de las máquinas, seducidos por su eficiencia?

“Perdón, chicos, ¿alguien sabe que está pasando?”

Llegado a este punto, bajé a la cocina y desconecté la aspiradora inteligente. Nunca se sabe…

 


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