Sin techo: la gran ventaja de la inteligencia artificial frente a los humanos

La IA avanza rápido y en mil direcciones. Cómo ya dejó de imitarnos, en algún momento nos va a superar.

Hay dos caminos hacia la Inteligencia Artificial (IA):

  • la imitación de la Inteligencia Humana o
  • la creación de una Inteligencia Diferente.

A la base del primer camino de la imitación está un razonamiento sencillo: “somos la especie más inteligente; para obtener inteligencia artificial lo mejor es construir una máquina que piense como nosotros”.

Dios nos hizo a su imagen y semejanza; así se hará la IA.

Si te imaginas así a una inteligencia artificial, estás en buena compañía.

Por esta vía la hoja de ruta incluye dos pasos:

  1. Entender cómo piensa el ser humano
  2. Replicar los mecanismos en una máquina.

Primer problema: no sabemos todavía cómo funciona nuestro cerebro. Hemos avanzado, pero estamos lejos de resolver el misterio del pensamiento. Segundo problema: lo poco que sí entendemos es difícil de plasmar en código de programación.

Por una razón o por otra, por este camino nunca llegamos a resultados relevantes. No fuimos capaces de replicar nuestra mente; posiblemente porque no la comprendemos plenamente.

El segundo camino es más pragmático: el objetivo no es la imitación del ser humano sino la creación de una inteligencia – por cualquier medio.

Aquí también hay dos pasos sencillos:

  1. Darle instrucciones a una máquina y
  2. Ver si llega a manifestar inteligencia.

Primer problema: ¿Cuáles instrucciones?.  Segundo: ¿Cómo defino inteligencia (para ver si la obtengo)?

Este último se puede resolver con pragmatismo: inteligencia es algo que sería inteligente si fuera hecho por un ser humano. Tal vez tautológico, pero eficaz: si un oso de anteojos aprendiera a jugar ajedrez y derrotara al campeón del mundo diríamos que es inteligente.

No inteligente como nosotros, pero sin duda inteligente. Seguiría siendo un oso de anteojos; no podríamos exigirle escribir una novela, ni manejar un carro con cambio manual, ni sostener una conversación en mandarín. Pero estaríamos de acuerdo que algo de inteligencia tiene.

El primer problema (“¿Cuáles instrucciones?”) es más retador – pero también más usual: en 50 años de programación hemos desarrollado talentos, técnicas y trucos que nos permiten enfrentarlo.

El resultado de este segundo camino lo tenemos frente a los ojos: máquinas que escriben novelas y poesías, tienen sentido del humor, dan consejos terapéuticos, programan en cualquier lenguaje y hablan todos los idiomas. Máquinas inteligentes.

Ya escucho la objeción: ¡no son realmente inteligentes! No entienden lo que dicen, se alimentan de contenido de terceros (humanos) y alguien las tuvo que programar.

Sin entrar mucho en el asunto, podemos estar de acuerdo sobre una cosa: su inteligencia no es humana.

No imitan 100% nuestra manera de aprender, ni de llegar a conclusiones, ni de expresarlas. Pero sí exhiben comportamientos que asociamos a la inteligencia.

Pragmáticamente, son inteligentes.

Si nos fijamos en la raíz latina de la palabra (inter légere, leer entre, identificar las relaciones entre datos) tienen inteligencia en dosis macizas.

Y si usamos ChatGPT o Midjourney por 20 minutos llegamos a la misma conclusión – sin hacernos los cultos.

Sólo que es una inteligencia diferente; no se parece a la nuestra, ni evoluciona al ritmo de la nuestra.

Este es un punto clave: la IA es joven. Tiene apenas 20 añitos, comparados con los 300,000 del homo sapiens sapiens.

Si bien empezó “tarde”, su evolución es más rápida: cómo no debe esperar engorrosas procreaciones físicas se da al paso exponencial de la ley de Moore. Quien sabe hasta dónde puede llegar.

Si hoy una IA supera al hombre en mil pruebas, ¿cómo será después de unas diez generaciones?

“Si quiere una abogada artificial le va a costar el doble, señor.”

La respuesta es asustadora: lo más probable es que la inteligencia artificial supere a la inteligencia humana. Quizás no “en general”, pero sí para ciertas aplicaciones.

El mejor jugador de ajedrez del mundo ya es una máquina: ¿cuantos años faltan al mejor psicólogo, cirujano, programador, escritor, creativo, director de talento humano, carpintero, chef, orador, poeta?

¿Existirán trabajos que sólo un humano puede hacer? ¿Existirá un “techo” a la IA?