Trump, el presimeme

Reconocible, divertido, disruptor: Donald Trump es fuerte porque es un meme. Un presidente meme. Un presimeme. (Right click, add to your personal dictionary).

Asistí con una mezcla de fascinación y horror al town hall de CNN con el ex-Presidente Donald Trump. Su fuerza es innegable; su conexión con la audiencia poderosa; su estilo reforzado por los años lejos de la Casa Blanca.

Este newsletter no es político, así que dejemos de lado las opiniones sobre el personaje y sus posiciones. Voy a tratar de interpretar su fuerza con una mirada digital, argumentando que fue el primer presimeme.

Si sabes qué es esto, estuviste al principio de los memes en internet. Te felicito.

Un meme es una idea sencilla, de inmediata comprensión y fácil distribución. Se compara a un virus, solo que salta de mente en mente y no de cuerpo en cuerpo.

La palabra se la inventó Richard Dawkins y es una mezcla de mimema (imitación en griego) y gene; para él, un meme está vivo, en la medida en que nace, se reproduce y muere pasando de persona en persona.

En el mundo hiperconectado, los memes entran en overdrive: están en todas partes, crean subculturas, invaden los chats de whatsapp, son stickers, camisetas y apoya vasos, llegan a las conversaciones familiares y al noticiero.

Donald Trump se encargó que llegaran a la Presidencia de Estados Unidos.

Ojo: no quiero sugerir que Donald Trump sea solo un meme – ni más faltaba. Quiero decir que sus características “mémicas” son su fuerza, las que lo tornan únicamente apto al éxito en el nuevo entorno digital de cacofonía, distracción y contenido infinito.

  1. Trump es reconocible de inmediato.

Quien se ríe de su pelo naranja y de su bronceado artificial debería entender que son su mayor tesoro – no hay nadie cómo él. Craso error haría en uniformarse al resto de los políticos canosos o peliteñidos – un meme no se reproduce fácilmente si no es reconocible.

  1. Trump apela al humor.

Es su estilo de humor y no pido que te haga reír. Pero esto es lo que hace cuando crea apodos: “crazy Nancy” y “sleepy Joe” para los rivales demócratas, “Ron DeSanctimonious” y “Lyin´Ted” para los contrincantes republicanos, “Evita” para Alexandria Ocasio-Cortez o “Kung Flu” para el propio COVID-19.

O cuando en sus discursos o debates hace lo que sea para suscitar la risa.

  1. Trump todo lo simplifica y lo lleva a lo extremo.

Sus posiciones públicas nunca son articuladas, nunca requieren de análisis profundo, siempre son fáciles de entender y de transmitir.

“Build the wall”, “Make America Great Again”, “Lock Her Up” o el más reciente “I will end this war in 24 hours “ referido al conflicto entre Rusia e Ucrania.

Él no se ha inventado la simplificación o la hipérbole (y menos en campaña), pero la ha llevado al extremo; él no dice “no soy racista”, dice “soy la persona menos racista en esta habitación”.

Esto vale para las expresiones públicas. No sé qué pasa en sus reuniones de gobierno y no va al caso (espero sea algo más sofisticado, esto sí).

Todo esto eleva a Trump al estatus de “experiencia cultural compartida” (meme): algo que se difunde con facilidad y estimula a la opinión (de acuerdo, en contra) generando agenda (“algo que se debe hacer”) para toda la comunidad.

¿Qué otro presidente usaría un meme para anunciar las sanciones contra Irán? (Trump en Twitter, 2018)

Uno de los primeros fakes de la era de la Inteligencia Artificial fue dedicado a él: ¿alguien se sorprendió? Las imágenes de su arresto fueron la prueba que no solamente sabe generarlos sino también protagonizarlos.

¿Y qué decir de sus NFTs? Trump vaquero, astronauta, bombero, emperador, Elvis, soldado, rey de corazones son todos memes en la blockchain (verifica aquí, pero te advierto: están agotados).

A subrayar: la eficacia de un meme no depende de si es cierto o no. No importa que sea verdad, lo importante es que se difunda rápidamente. En este sentido vale más que sea impactante, indignante, divertido, repulsivo, memorable, corto, diferente o ridículo: todos adjetivos ganadores en la “attention economy”.

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Por todo esto siento poder afirmar que Trump fue el primer presimeme.

 

Y algo me dice que no será el último.